Aprovechamos la ocasión que nos da una crítica de la película para ir un poco más allá y hacer un análisis del momento cultural (no sólo en el cine, sino en la narrativa en general) en que nos movemos.
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AVES DE PRESA COMO SÍNTOMA
La película es un perfecto escaparate de nuestra situación cultural
He leído un reciente artículo sobre la
película Aves de presa que trataba de explicar su fracaso a partir de la idea de que la clasificación R (fuerte contenido violento) le hizo mucho daño. La clase de
artículo bien intencionado, agradable de leer, que nos da razones del porqué
de algo sin hacernos sentirnos demasiado mal, incómodos, sino que atribuye los problemas a factores externos a la propia película. La clase de artículo que nos exime de toda responsabilidad por no haber ido a verla.
Cuando el supuesto fracaso de una película
se debe a la calificación R, habría que hablar, para empezar, de qué se
considera “fracaso” hoy día en Hollywood. Que Aves de presa (y la
fantabulosa emancipación de Harley Quinn) haya recaudado aproximadamente el
triple de su presupuesto, o algo más, no debería ser considerado un fracaso…
para una película normal. Pero estamos en la era del cine de superhéroes, y
toda película que no supere los ochocientos millones de taquilla no llega a
tener segunda parte. Y más cuando las anteriores del grupo DC, esto es, Wonder
woman, Aquaman, y la aclamada Joker, han bordeado o superado
los mil millones.
Esto es lo que pasó con la cinta de la que más o menos es Aves de presa continuación, o sea, Escuadrón suicida,
donde nos presentaban a la atractiva (e insoportable) Harley Quinn y a su
novio, el hostiable Joker (ambos personajes deleznables, en esta versión). Aún hoy, su guionista y director, David Ayer,
sigue pidiendo perdón en entrevistas o en redes sociales, años después de
estrenarla, diciendo que habría hecho las cosas de tal o cual forma si lo hubiera sabido…
Pero con Aves de presa se iban a
corregir todos los errores de aquélla: para empezar, la protagonista
absolutísima sería Harley Quinn, esto es, Margot Robbie. Es decir, la actriz de moda y la
más deseada del momento. Con una Natalie Portman en horas bajas desde que se
casó, una Scarlett Johansson que mantiene el tipo gracias, precisamente, a las
películas de superhéroes, y una Jennifer Lawrence que tras unos años de ser la
chica de Hollywood, parece que pierde tirón, Margot era la elección
obvia para llenar las salas. El
resto del elenco, totalmente subordinado a ella, sería femenino (con lo que nos
ahorraríamos molestas incursiones masculinas… que les quitaran visibilidad), excepto para hacer de malos. Y más
importante aún: la dirigiría una mujer. Porque si se hace una peli
protagonizada por mujeres, es imprescindible que la dirija una mujer.
Es de suponer que si se hace una película de negros el director tiene que ser
negro, si se hace una de homosexuales, más de lo mismo, y si se hace de
marineros… pues hala, que la dirija un capitán de barco. Me pregunto quién tendría
que dirigir un biopic sobre Michael Jackson…
Lo tenía todo para triunfar, como una historia en la que los hombres son malos malísimos y tontos tontísimos. ¿Qué podía fallar? Nada, desde luego (nada en ese a priori fantástico que se montaron sus productores en la cabeza), excepto que la gente no fue a verla. ¿Por qué? Ahí sale a relucir el motivo del citado artículo: la clasificación R. Es decir, por un factor externo a la propia cinta. Claro...
Lo tenía todo para triunfar, como una historia en la que los hombres son malos malísimos y tontos tontísimos. ¿Qué podía fallar? Nada, desde luego (nada en ese a priori fantástico que se montaron sus productores en la cabeza), excepto que la gente no fue a verla. ¿Por qué? Ahí sale a relucir el motivo del citado artículo: la clasificación R. Es decir, por un factor externo a la propia cinta. Claro...
La calificación R impide en EEUU que los
menores de dieciocho años, esto es, todas las adolescentes y niñas que se
disfrazan de Harley Quinn, puedan ir a ver la película. Pese a que es su
“ídola”, no pueden ir a verla al cine. Y de ahí el fracaso. Pero, ¿es esta
interpretación la correcta?
Cuando racionalizamos un fracaso a
posteriori tendemos a cometer dos errores: dar una explicación un
tanto conspiranoica sobre lo que pasó, o suponer que la culpa la tiene otro.
Con lo de la calificación R tenemos un cincuenta por ciento de cada opción. Win-win.
Si te está gustando este texto,
ni te imaginas la diversión que te espera...
Pero yo tengo una explicación más
sencilla para el aparente fracaso de la película: sencillamente, no es buena. Y
no hablo de “buena” en el sentido de una obra clave del séptimo
arte, porque Venom es mala de cojones; no, hablo de “buena” en el sentido de
“algo que alguien pueda querer ver”. Siguiendo con el ejemplo de Venom,
en que hasta los efectos especiales parecían de los noventa, es una peli mala…
muy mala, pero divertida. Y tuvo un fuerte empujón en China (por la razón que
fuese… vete a saber tú). Sin embargo, Aves de Presa se
estrelló (aunque tampoco tanto) por la calificación R. ¿No será más bien que el boca a
boca no funcionó?
A continuación, voy a dar algunas
claves para explicar por qué esa justificación no es cierta y en qué medida esta película resume a la perfección un modelo de producto cultural que se quiere imponer pero que no está mostrando mucho éxito.
1. La película no es agradable de ver. Hay algunas escenas de extrema violencia
que resultan desagradables (como que a una familia la desollen viva, o que a
una mujer la obliguen a desnudarse sobre una mesa rasgándole además el vestido
que lleva). Hay que mostrar que el malo es malísimo, un sádico, y lo es
especialmente con las mujeres, claro. “¡Ding, ding, ding! ¡Taquilla
asegurada!”. Pues no. Da asco verla.
2. El elenco no funciona. Aparte de la propia Margot y de Mary
Elizabeth Winstead, las demás del elenco no son muy conocidas. Y al contrario
que la insoportable payasa, tampoco son atractivas. Sea esto relevante o no,
lo único cierto es que sus personajes sólo pasan por allí, siempre supeditadas
al personaje de Quinn, con lo que la aparente construcción de una película
coral se muestra fallida. O es una película coral, o no lo es. Pero quedarse a
medio camino es lo peor que podían hacer.
3. La acción está desaprovechada. A pesar de cierta corrección formal, del más o menos buen ritmo, y de una frialdad muy calculada (o quizá porque tampoco supieron hacerlo mejor; o por darle continuidad estética con Escuadrón suicida), las escenas de acción son largas y repetitivas. Salvo alguna breve persecución, lo que vemos continuamente es a la payasa asesina dando estopa a una veintena de tíos armados hasta los dientes. ¿Cuál es el problema? ¿No es ése el sueño húmedo de tanta gente? Pues el problema es que ver a un montón de tíos de metro noventa y más de ochenta y cinco kilos siendo apaleados por una chica de poco más de metro y medio y cuarenta y cinco kilos, quizá sea demasiado para los achicharrados cerebros de los espectadores, a los que estas escenas les sacan más de la película que ver a Robert de Niro rejuvenecido por ordenador en El irlandés. En cualquier caso, lo que deja patente, al margen de la intención de la guionista, no es que Harley Quinn pueda derrotar a cualquier tío (porque la mujer no necesita a un tío que la defienda, etc.), sino que no se topa con uno a su altura (es decir, que si todo le sale bien y resulta victoriosa siempre es porque no aparece Batman en la cinta, a quien le duraría menos de treinta segundos). Y ésta parece la misma razón por la que el tenis o el fútbol femeninos se ven menos que los masculinos.
4. El guión es pobre. Tenemos a una serie de mujeres vilipendiadas, ofendidas, maltratadas o perseguidas por hombres. Genial, el argumento perfecto para esta época actual. “De mil millones de recaudación no bajamos”, debieron pensar. Pero lo que vemos es a la payasa y sus colegas yendo de aquí para allá en set pieces de acción pegándose con tíos, en una trama que se resuelve en una última y gran set piece de acción contra más tíos. Es decir: chicas malas pegando a hombres, pisándoles la cabeza, disparándoles a bocajarro con cartuchos llenos de confeti. Seguro que pensaron que las risas de las chicas en las salas iban a ser ensordecedoras. Pues resulta que no. Silencio, indiferencia. Está muy lejos de la inteligencia con que se han hecho películas como Joker.
3. La acción está desaprovechada. A pesar de cierta corrección formal, del más o menos buen ritmo, y de una frialdad muy calculada (o quizá porque tampoco supieron hacerlo mejor; o por darle continuidad estética con Escuadrón suicida), las escenas de acción son largas y repetitivas. Salvo alguna breve persecución, lo que vemos continuamente es a la payasa asesina dando estopa a una veintena de tíos armados hasta los dientes. ¿Cuál es el problema? ¿No es ése el sueño húmedo de tanta gente? Pues el problema es que ver a un montón de tíos de metro noventa y más de ochenta y cinco kilos siendo apaleados por una chica de poco más de metro y medio y cuarenta y cinco kilos, quizá sea demasiado para los achicharrados cerebros de los espectadores, a los que estas escenas les sacan más de la película que ver a Robert de Niro rejuvenecido por ordenador en El irlandés. En cualquier caso, lo que deja patente, al margen de la intención de la guionista, no es que Harley Quinn pueda derrotar a cualquier tío (porque la mujer no necesita a un tío que la defienda, etc.), sino que no se topa con uno a su altura (es decir, que si todo le sale bien y resulta victoriosa siempre es porque no aparece Batman en la cinta, a quien le duraría menos de treinta segundos). Y ésta parece la misma razón por la que el tenis o el fútbol femeninos se ven menos que los masculinos.
4. El guión es pobre. Tenemos a una serie de mujeres vilipendiadas, ofendidas, maltratadas o perseguidas por hombres. Genial, el argumento perfecto para esta época actual. “De mil millones de recaudación no bajamos”, debieron pensar. Pero lo que vemos es a la payasa y sus colegas yendo de aquí para allá en set pieces de acción pegándose con tíos, en una trama que se resuelve en una última y gran set piece de acción contra más tíos. Es decir: chicas malas pegando a hombres, pisándoles la cabeza, disparándoles a bocajarro con cartuchos llenos de confeti. Seguro que pensaron que las risas de las chicas en las salas iban a ser ensordecedoras. Pues resulta que no. Silencio, indiferencia. Está muy lejos de la inteligencia con que se han hecho películas como Joker.
5. Es para “niñas grandes”. Aquí retomo la idea de la clasificación
para mayores de dieciocho años. Pero no como una razón para no poder entrar al
cine, sino como una razón para no querer ver la peli. Me
explico. Hay películas como Frozen, claramente para niñas, que lo han petado (ahora que me
expliquen que no hay productos dirigidos intencionadamente a niñas, o que no hay series
para mujeres, como Anatomía de Grey o Cincuenta Sombras, que lo
quiero escuchar muy atentamente mientras me echo una siesta). Y están los Aquaman, Joker, Venom o Wonder woman.
¿Qué pasa con esta última, que también es mujer? Porque, por lo visto, éste es un
factor importante para explicar éxitos o fracasos, según los partidarios de la
conspiración machista. Y lo que pasa es que Wonder Woman hace, de principio a fin, el camino del héroe. O de
la heroína, que es idéntico al del héroe, pero con minifalda y luciendo sus
laaargas piernas. Y con sus colorines, sus aventuras, su musiquilla,
su chico guapo (Chris Pine) y su chica buena dando mamporros y latigazos,
recaudó mil millones. Pero no perdamos de vista una cosa: al final de la
película, ojo, tras enamorarse de un hombre, Wonder Woman vence al villano, al
todopoderosos Ares (atención, que aquí viene lo importante), ¡¡¡con el poder
del amor!!! Resumiendo: que si la película hubiese estado explícitamente dirigida a las niñas, hubiese recaudado mucha pasta también, pero porque querrían verla, no porque pudiesen
verla. Y ahí está el caso de Joker, o del aún más
adolescente Deadpool, que con la misma clasificación lo petaron.
6. El tufillo ideológico. A ver… que está muy bien hacer películas de ese palo. Y poner a Angelina Jolie dando cera, y a Charlize Theron, y a “las ángelas de Charlie”… Pero esas películas, mira tú por dónde, siempre se dan la hostia en la taquilla. Como la versión de Ocean’s Eleven con mujeres, o la de Cazafantasmas con mujeres, o como se estrellarán, cuando las hagan (que las harán), Doce mujeres sin piedad, Doce mujeres del patíbulo, o Harriet, la sucia. Que me den la explicación que quieran (mientras yo me echo una siesta), pero las versiones femeninas de historias de tíos, no funcionan. Repito: que me lo expliquen con cualesquiera razones. Muy lejos quedan ya grandísimos personajes femeninos, como la Ripley de Alien o la Sarah Connor de Terminator, o incluso la Rose de Titanic (para que luego digan que Almodóvar es quien mejores personajes femeninos escribe, cuando es James Cameron). Aves de presa fracasó porque todo el mundo veía en el malo la cara de Obi Wan… digo Ewan McGregor, en vez de la de Harvey Weinstein, que es quien todos (y todas) querían ver en pantalla recibiendo las patadas en la boca de Harley Quinn. Pero no pudo ser… Lástima. Pero no pasa nada: lo volverán a intentar, y volverán a fracasar. Y la culpa, si no es de la calificación R, será de alguna conspiración judeomasónica o de los anunnaki.
7. La emancipación femenina. A una de las chicas un mafioso le asesinó a toda su familia; a otra un compañero le ha robado todos sus méritos (como a todas las mujeres, por lo visto); y a las otras… es que ni me acuerdo ya. El caso es que ellas son las buenas, y el mensaje queda claro: los hombres son los malos. ¿Y Harley? En la anterior cinta, Escuadrón suicida (no se olvide: escrita y dirigida por un hombre, el malvado y heteropatriarcal David Ayer), Harley Quinn tenía una especie de ensoñación, un ideal de lo que sería su vida perfecta: con apariencia normal, con su cara normal, su cabello rubio peinado y unas gafas, con niños, y acompañada de un Jared Leto trajeado, viviendo en una bonita casa, dejando a los niños en el colegio para luego irse a trabajar. La vida que desearía tener cualquiera, llena de amor y tranquilidad. ¡No! Eso es demasiado normativo, machista; una opresiva visión de la mujer esclava del amor romántico. Hay que acabar con esas mierdas (¡ojo, masculinas!) del romanticismo. Así que vamos a hacer una peli sobre la emancipación de las mujeres. Una peli en la que, en la última secuencia, aunque hasta ese momento todas hayan ido por libre, se alíen, sí, se alíen, en un clímax de sororidad, contra el malvado varón opresor. De hecho, vamos a poner la palabra “emancipación” en el mismo título, que así queda claro y no podemos fallar. Cristalino. Bueno... ¿Qué tenemos en esta película escrita y dirigida por mujeres? A una Harley Quinn destrozada psicológicamente (más aún de lo normal, se entiende) porque ha roto con Joker. Y se dedica a llorar en el sofá, a comer helado de chocolate compulsivamente y a volar centrales químicas por ello. Es decir, que el varón, aquí el Joker, aparece como el referente romántico y protector que ella anhela. O sea, que está presente en toda la construcción psicológica de la payasa, como personaje ausente. ¡Ah!, y tiene una hiena que se llama Bruce, por Batman (Bruce Wayne), que “está muy bueno”. Nada más que decir...
8. El público objetivo. Vamos a asumir, sólo por el gusto de
presuponer cosas, cosas divertidas, que a
los tíos, especialmente a los adolescentes, les encanta el personaje de Harley
Quinn. Es más, vamos a suponer que les encantan las tías buenas en general
dando mamporros. Y si llevan poca ropa y unos shorts ajustados, mejor que
mejor. Pero el público objetivo de estas películas, por lo visto (nótese la
ironía) son las chicas. Niñas y adolescentes que, al parecer, o se ven o se
quieren ver reflejadas en esa payasa estúpida y sin complejos, que dice todo lo
que le pasa por la cabeza sin filtro y que ejerce la violencia sin ton ni son.
Un buen ejemplo a seguir. ¿Pero qué
diablos puede fallar aquí? Pues no lo sé (nótese una vez más la ironía), pero
por lo visto, el target al que van dirigidas esta y otras películas del
mismo perfil, no va a verlas. Y si por cualquier cosa atendemos a esa cosa
llamada realidad que tan a menudo, la muy puñetera, nos estropea nuestras
teorías, tendremos que concluir que las tías tampoco quieren ver a
Harley Quinn, ni dando hostias ni tomando el té. Repito: que me lo expliquen.
9. La oportunidad. Parecía el momento perfecto, el momento ideal para estrenar una película de estas características, que no sólo es una película de acción y aventura, con cierto sentido del humor y actrices bonitas como Margot luciéndose y dando mil y una volteretas. Con todo lo del #metoo, la encarcelación de Weinstein, y otros tipos revolcados por el fango como en la peor época de la Caza de Brujas de Hollywood; y sobre todo, con el clima favorale de toda la industria y (supuestamente) del público, la película no podía fallar. Ya hemos mencionado que recaudar el triple del presupuesto difícilmente se puede decir que sea un fracaso. Pero cundo estas películas no recaudan de cinco o seis veces para arriba de la inversión inicial (recuérdese el caso de las malogradas dos partes de The Amazing Spiderman, protagonizadas por Andrew Garfield), la cosa se considera una mala inversión. Es una simple cuestión de expectativas… Pues bien, si es cierto, como suponemos todos, que era el momento crucial para estrenar una película con un mensaje tan explícito, la cosa no se explica ni se puede explicar por la mera clasificación R. Como decía más arriba, el público objetivo al que va dirigida tampoco ha ido a verla. Las chicas, aunque les guste la estética del personaje, no van a ver esto, pero sí van a ver Los Vengadores, o Wonder Woman, o Capitán América. ¿Por qué? Pues que me aspen si no es porque, al contrario de lo que Hollywood pretende, o los mass media, las chicas sí tienen el cerebro que no se les presupone. Dicho de otra manera: ven a la payasa y a las otras tratando con un montón de tíos muy, muy malos, que son malos tan sólo por el hecho de ser tíos (y heterosexuales, claro); y les dan palizas y les patean la boca con botas militares de esas con punta de metal, que hacen mucho, mucho daño. ¿Bueno, y qué? ¿No es todo eso muy guay? Pues lo mismo a esas chicas a las que van dirigidas estas historias (que hacen de los varones, per se, portadores de la maldad pura, como los rusos lo eran en las pelis de acción de los ochenta) no les atrae demasiado. Porque tienen padres, hermanos, algunas tienen hijos, y la mayoría, novios o maridos. Y los quieren, y no piensan que todos los tíos son malvados sólo por el hecho de ser tíos. ¿Un error deplorable de la guionista y de la productora? No… es la clasificación R. Sí señor. Que sí, que es eso. Y por eso mismo Deadpool arrasó.
10. La calidad de la película. Al margen de todas las inquinas
ideológicas volcadas en la película, que obviamente no funcionaron (como en Los
ángeles de Charlie, que ya es pura bazofia), hay una respuesta más
sencilla, probable y elegante que todas las demás, y que, además, se puede defender con un somero análisis, dejando todo lo demás al margen. Todo lo que he dicho hasta ahora se puede obviar; se puede pensar que estoy equivocado y ya está. Y esa
respuesta es la siguiente: la película es mala. No malísima, pero sí
regular. Y el boca a boca, tras el fin de semana inicial, lo es todo. El
tráiler no hacía presagiar mucho, pero es la gente que ha ido a verla quien le
dice a sus amigos y familiares que no pueden perdérsela. Y en el caso de Aves
de presa, sencillamente no lo han hecho. Es una película que no apetece ver,
y que, una vez vista, no apetece volver a ver. Y contra esto, todas las
conspiraciones del mundo no valen nada. Las propias chicas no les recomendaron
a sus amigas ir a ver la cinta, y ahí se acabó su recorrido comercial.
Quizá en plataformas tenga más suerte. Pero lo dudo…
En resumen: quieren meternos por los ojos, o mejor entre pecho y espalda, como a las ocas para hacer foie gras, unos títulos y unas historias impregnadas de una ideología muy concreta, que no cuajan, y que no lo hacen ni siquiera con el público que debería, en teoría, ser partidario de la misma. Pero lo siguen intentando, y lo vuelven a intentar. Y así llevamos unos años, de fracaso en fracaso. Y se pretende ideologizar el hecho de que la gente no vaya a verlas, cuando quizá, sólo digo que quizá, es que esas películas que nos quieren obligar a consumir hasta echar la pota son una mierda y no quiere verlas nadie. Ni siquiera las feministas para quienes parecen pensadas.
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El presupuesto total de la película contando los costos de marketing fue alrededor de 250 millones, apenas si logró llegar a esa cifra, casi que le hizo perder dinero al estudio por eso fue un fracaso
ResponderEliminarEn efecto, hoy todo lo que no sea al menos duplicar el costo total, es un fracaso, aunque objetivamente no se haya perdido dinero.
ResponderEliminarnada que agregar, totalmente de acuerdo
ResponderEliminarMuchas gracias.
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